De la meritocracia al Propósito compartido

La meritocracia significa que ascenderán los mejores por méritos individuales.
La competencia interna se entiende como positiva.
Las organizaciones basadas en la meritocracia transmiten la cultura de que hay que llegar a la cumbre de la pirámide para tener éxito.
Las personas que no están en esta cumbre sienten frustración por no estar en la cima.
El mérito individual es lo que prima para lograr este ascenso en la pirámide.
El mérito individual implica que una persona es mejor que otra.
¿Mejor en qué? Cada persona es diferente. Si el objetivo individual es el mismo para todos, puede haber situaciones muy injustas.
La frustración, la ansiedad, la falta de equipo, la individualidad pueden ser problemáticas de las organizaciones que se basan en la meritocracia.
Cuando hablamos de propósito compartido, hablamos de equipo.
El logro es del equipo, no individual.
Este propósito compartido tiene que construirse teniendo en cuenta los propósitos individuales.
De esta forma cada persona ancla su propuesta de valor y ve cómo contribuye al propósito compartido.
Esto genera motivación y da sentido a lo que hacemos.
Se fomenta la colaboración real ya que nos movemos juntos en una misma dirección.
El Propósito compartido es un eje vertebral en los equipos y en la organización.

Pasos a la acción:

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